
La lucha por la camisa negra del giro nos trae la historia de Luigi Malabrocca. Un hombre que convirtió la derrota en todo un arte. El Giro de Italia retoma acciones en 1946 luego de concluida la segunda guerra mundial. La histórica rivalidad Coppi – Bartali, empieza a escribir uno de los capítulos más memorables en la historia del ciclismo. La pugna entre estos dos hombres llega incluso a polarizar a los italianos y tornar el asunto en un tema político y hasta religioso. La encarnizada lucha por ser el mejor tendría a Bartali como vencedor esa temporada, y a Coppi tomando revancha los años posteriores. Pero la batalla por la maglia rosa no sería el único atractivo de la competencia.
Ese mismo año la organización de carrera decide incluir una nueva camiseta distintiva. Sería de color negro e iba a identificar al último ciclista de la clasificación general, y adicionalmente se le entregaba un premio en efectivo a aquel ciclista que lograra ser el peor de la competencia.
Luigi Malabrocca, apodado el chino por sus ojos rasgados o “luisin” como también le llamaban, era el menor de siete hermanos, y amigo personal de Fausto Coppi, con quien corría en bicicleta durante su infancia. Mecánico de profesión y pescador ocasional, vio truncado su sueño de ser ciclista cuando fue llamado a las filas del ejército italiano para combatir en el frente africano. Tras perder a dos de sus hermanos en el frente de batalla, regresó a su ciudad natal y tomó la decisión de volver a la bicicleta.
Malabrocca tenía talento. Fue campeón de la París-Nantes y en algunas otras carreras locales. Pero era conocedor de sus limitaciones y la lucha por la maglia rosa no era la suyo. Atraído por la no despreciable cantidad de dinero, y por el reconocimiento que podría darle el portar la camisa negra, Luigi, “el chino”. Encaminó todos sus esfuerzos y centró su objetivo en ser el último del giro.
Se especializó en el arte de ser el peor. Usó todo tipo de trucos y artimañas para estar siempre en la cola. Durante las etapas se escondía entre los árboles, simulaba caídas o problemas mecánicos, e incluso se metía en los bares a tomar cerveza y entablar conversaciones con los aficionados que ya le conocían. Eso sí, calculaba muy bien el tiempo para poder llegar a meta y no ser descalificado.
De esta manera logró hacerse con la maglia negra de 1946 y 1947. Logró fama y reconocimiento entre la gente. Los niños salían a la carretera para vitorear al anti héroe vestido de negro y sus hazañas se fueron extendiendo por toda Italia, a medida que la ronda visitaba ciudades. Malabrocca era la sensación de la carrera y fue de a pocos convirtiéndose en leyenda. Tanto que hasta canciones y obras de teatro hicieron en su nombre.
Datos curiosos de las tres grandes vueltas
Para el giro del 48 su equipo no fue invitado, y “Luisin” no pudo revalidar su título como el más malo. Pero ante la insistencia del público, la organización decide invitarlo en 1949.
Esta vez para Luigi Malabrocca no sería tan fácil quedarse con la camisa negra. Desde el norte del país vendría un hombre dispuesto a pelear por la camisa negra. Sante Carollo, un albañil de 24 años, además de ser un pedalista realmente malo, también sabia sus mañas y conocía de sobra los trucos que usaba nuestro héroe. En una de las etapas llegó a meta subido en una bicicleta de niño, y Malabrocca ripostó haciendo lo mismo en una bicicleta para damas, las simulaciones y caídas eran el pan diario, algo que la gente disfrutaba, mas no así los comisarios que ya estaban cansados de esperarlos y se quejaron con la organización.
Para la última etapa Malabrocca se detuvo a almorzar con algunos aficionados y entabló conversación amenamente. Pasado un largo tiempo tomó su bicicleta y se marchó tranquilamente hacia Milán para concluir la etapa. Cuando llegó a meta, la logística y los jueces ya se habían marchado. Decidieron darle a Luigi el mismo tiempo del último grupo. Terminó penúltimo en la general. Sante Carollo se fue a casa con la maglia negra, el dinero, y la satisfacción de haber vencido a la leyenda viviente.
La derrota frente a Carollo lo dejó golpeado anímicamente y se aparta de la lucha los siguientes años. En 1950 la camisa negra es ganada por Mario Gestri, pero la gente no ve en el la picardía que ofrecía Luigi y la pelea por ser el último pierde brillo. Los organizadores mejoran los premios en la siguiente edición intentando atraer de nuevo a Malabrocca, esfuerzo que resultó infructuoso. Ese año el honor de ser el peor del giro le correspondió a Giovanni Pinarello, un hombre que lo hacía mejor como fabricante de bicicletas que como ciclista. Hoy su apellido es una de las marcas más reconocidas entre los constructores.
Aquella frase del filósofo Francisco Maturana “Perder es ganar un poco”. Se ajusta perfectamente a la historia de nuestro protagonista. Luigi se ganó el cariño de la gente y se convirtió en el héroe de los humildes, el símbolo del italiano luchador de la época que encontraba en él un reflejo del hombre común y trabajador, que con su picardía entregaba algo de consuelo a una nación devastada por los horrores de la guerra.
La divertida historia de Luigi Malabrocca y la camisa negra es una de esas rarezas ocultas del ciclismo y de las tres grandes vueltas. Una prueba fehaciente de que hasta para perder hay que tener talento.
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